¿Cuál es el origen del árbol de Navidad?

Cada Navidad es tradición infaltable de millones de personas reunirse para adornar el típico arbolito, con todos su adornos, esferas, luces y regalitos. Seguramente conoces a poquitas personas que en realidad no les guste lo bonito que quedan.

 

Además, hay que mencionar a los más pequeños de la casa, quienes seguramente son quienes lo más disfrutan y se quedan asombrados por su belleza cada temporada. Pues bien, el árbol no siempre ha sido como lo conocemos hoy en día, ni tampoco ha tenido el mismo significado, como veremos a continuación.

El arbolito de Navidad es normalmente un símbolo de los mensajes de paz y amor relacionados al nacimiento de Jesús. Sin embargo, en realidad se trata de una costumbre pagana de origen europeo que fue cambiando a través de los siglos hasta lo que es hoy.

En realidad, hay muchas historias, mitos y versiones sobre dónde fue realmente que se originó el primer árbol, que ni siquiera era de ‘Navidad’. Pero iremos con las culturas antiguas del norte de Europa, como la germana y los vikingos, quienes fueron los precursores aplicando árboles a sus ceremonias del solsticio de invierno que, como sabemos, cae igualmente a finales de diciembre.

Por ejemplo, en la antigüedad, los germanos pensaban que tanto la Tierra como las estrellas pendían de un árbol gigantesco, que llamaban el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el infierno y su copa, en contraparte, en el cielo.

Los nórdicos por su parte decoraban un árbol, en su mayoría un roble, con antorchas y bailaban a su alrededor. En la copa de este árbol se hallaba Asgard (el hogar de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces más profundas estaba el Helheim (el reino de los muertos).

Había otras culturas, como los romanos, que tenían otras costumbres para celebrar el solsticio de invierno, tales como colgar laureles (símbolo de victoria y prosperidad) en las puertas de las casas y encender velas o antorchas durante los festivales de invierno.

Los celtas, por su lado, decoraban los robles con algunas frutas y también prendían velas durante los solsticios de invierno. Para ellos era una forma de reanimar el árbol y asegurar el regreso del sol y de la vegetación tras el duro clima de la temporada.

Pues bien, con la llegada y expansión del cristianismo por Europa, por supuesto quisieron erradicar las costumbres ancestrales de las otras culturas y como no pudieron, comenzaron a transformarlas para inculcarles su misión cristiana y hacerlas suyas lo más que podían.

Es aquí cuando entra una figura cristiana, San Bonifacio, quien fuera el evangelizador de Alemania. Él supuestamente fue uno de los promotores de esta mezcla de costumbres, ya que, cuenta la historia, fue quien reemplazó uno de los árboles que representaba a los dioses nórdicos, como Odín, por un pino para honrar al Dios cristiano.

Según la versión distinta del cuento que leas, este evangélico vio a los germanos celebrar su solsticio y en cambio, les ofreció cambiar al árbol por un abeto, ya que su forma de triángulo no sólo recordaba a la santísima trinidad, sino que su copa «señalaba al cielo».

La lelgada del pino y los adornos

De ahí pasaron al pino, que para ellos fue el ‘símbolo del amor eterno de Dios y su vida eterna’. Los adornos que rodeaban al árbol ya entonces cobraron otro significado: las frutas se volvían manzanas, como un símbolo de la tentación de Adán y Eva, y las velas o antorchas eran la luz del mundo y la gracia Divina.

Esta versión del mito suele ser la más difundida, aunque existen algunas otras como por ejemplo, que fue el religioso agustino Martín Lutero quien impuso el pino en lugar del roble, como árbol navideño, y que fue él quien añadió las velas, costumbre que supuestamente representaba otra superstición, que era que las luces encendidas representan las almas de los antepasados muertos.

De cualquier manera, pronto la tradición fue expandiéndose por todo Europa, como el cristianismo mismo. Otro relato describe la costumbre nórdica del siglo XVI de reunir a la familia en torno a un árbol. Se iban todos, niños y grandes, de paseo al bosque y cuando regresaban encontraban dulces y juguetes colgados en su abeto o pino.

También hay una leyenda europea que decía que un sacerdote de buen corazón repartía ropa y víveres a los más necesitados durante la Navidad. La historia toma cuerpo porque supuestamente un día el religioso decidió colocar los obsequios en el árbol situado frente a la iglesia del poblado y quizá de ahí se deriva el nacimiento de San Nicolás o Santa Claus.

Pero siguiendo con el cuento del árbol de Navidad, mientras se expandía más el cristianismo se fueron tomando algunas de las tradiciones de cada país y mezclándolas con las cristianas para ir adaptando cada quien el suyo, pero en general, ya era más dirigido hacia adoptar la idea del árbol para honrar a Cristo.

Llega la tradición al continente americano
Aun así, tardó siglos en irse implementando por todos lados. En Inglaterra, por ejemplo, se cree que fue hasta el siglo XIX, cuando la reina Victoria lo comenzó a poner alrededor de la década de 1830. La costumbre se propagó después en Estados Unidos y por supuesto, fue bajando a Latinoamérica.

Se dice que durante el gobierno en México del emperador Maximiliano, fueron él y Carlota quienes lo instalaron en el Castillo de Chapultepec y para la primera Navidad en tierras mexicanas, en el año 1864, mandaron poner un fastuoso árbol de Navidad que asombró a toda la ciudad.

Cuando mataron a Maximiliano en 1867, las costumbres imperiales se desterraron, pero pasó una década cuando se volvería a instalar el arbolito. Supuestamente, volvería a aparecer en 1878 cuando el general Miguel Negrete colocó uno en su casa, pues quedó fascinado con la tradición tras sus frecuentes viajes a Estados Unidos. De ahí se fue popularizando más.

Ahora, los adornos también tienen su significado. Las esferas se derivan de las manzanas con las que se decoraban al inicio, y que como ya mencionamos representan la tentación del hombre. Hoy día, se acostumbra a colocar estas esferas, pero que simbolizan los dones de Dios a los hombres.

Los lazos representan la unión de las familias y personas queridas, para quienes se les pide unidad, amor y otros dones. Las luces, que al principio eran las velas y antorchas, ahora representan la luz de Cristo.

Finalmente, la estrella en la cima del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella de Belén que llevó a los Reyes Magos al pesebre donde nació Jesús. Como notarás, ya una tradición muy alejada del inicio que tuvo hace muchos siglos atrás.